
"WHERE CULTURES MEET"
Atendiendo a la visión de Weber y Rausch de ofrecer un espacio de representación a identidades que van más allá de la norteamericana, rompiendo con la idea monolítica que transmitían Bolton o Turner desde EEUU.
Joseph Swain. (1835). A bordo de un barco esclavista.
El fenómeno que focaliza y permite un punto de partida en nuestros estudios es el comercio de esclavos entre Europa, África y América a partir de los siglos XVI-XVII. Por tanto, la Modernidad se ha convertido en la piedra angular de nuestro trabajo, estando aquí el concepto de la alteridad y la otredad. Como introduce Gruzinski en Las cuatro partes del mundo, al no ser exportable la modernidad europea a la del resto de partes del mundo, la conciencia acerca de la existencia de un "otro", y con ello, la comprensión de la escala planetaria es fundamental. Estas relaciones son recíprocas, bidireccionales, pues tanto para uno como otro lado del continente debe existir una noción de que el otro existe (la cual, de hecho, lo hace).
A lo largo de los primeros siglos de colonización, el Caribe vivió el mayor tráfico de personas africanas sometidas a la esclavitud, donde la población negra fue sometida a actividades laborales y servicios diversos. El principal sector era la economía de plantación, sobre todo la azucarera, que moldeó el Caribe de una forma política y cultural distinta al resto de América Latina, que destacaba por otros sectores, como el minero. Este influjo poblacional tan grande va a generar una ruptura de la identidad cultural del Caribe, en la que el modelo económico basado en las plantaciones va a ser fundamental para cuestiones como la pérdida de un leguaje autóctono en favor de las lenguas europeas. En zonas como las Antillas, la población negra quedó identificada con el concepto de esclavitud, asociando así unos rasgos sociales y económicos a una etnia en concreto.
La esclavitud de personas blancas va a decaer en favor de la esclavitud negra, debido a que suponía una desventaja económica, ya que un esclavo blanco era mucho más caro que uno negro. De esta forma, las personas negras recién llegadas a América van a tener más tendencia a huir y reunirse en comunidades de cimarrones, mientras que quienes llevan más tiempo y, por tanto, están más aculturados, van a optar por vivir en las ciudades como personas libres, estableciendo otro tipo de relaciones sociales.
Las comunidades cimarronas van a mantener relaciones con las poblaciones indígenas, en la zona continental hubo interacciones marcadas por la prevalencia indígena, mientras que en las Antillas hubo mayor dominación de los rasgos culturales africanos. De esta forma se inicia una tendencia hacia la fusión racial que conlleva a la creación de patrones culturales nuevos. Parte de la importancia de estas relaciones radica en que la ausencia de mujeres de los pueblos cimarrones se compensa con la unión de mujeres indígenas, causa principal de esa intensificación del intercambio cultural.
La diversidad de orígenes étnicos africanos generaron una gran cantidad de patrones de comportamiento nuevos. Lo que explica por qué actualmente en los espacios del Caribe donde no se habla español, como Haití o Curazao, haya una división social de clase determinada por la heterogeneidad racial y por el sistema de plantaciones, como herencia del pasado esclavista y de la división entre "amos y esclavos".
Pero, ¿por qué hablamos de modernidad y de otredad? Siguiendo el pensamiento de Gruzinski, entre los esclavos africanos y la sociedad americana se van a establecer relaciones bidireccionales y recíprocas que van a generar la formación de una serie de rasgos comunes que van a pervivir hasta nuestros días. Bajo la visión Europea, las interacciones entre esclavos negros e indígenas va a suponer la unión de pueblos que se establecían bajo la perspectiva del "otro", así como entre ellos estas relaciones van a suponer un conocimiento de la existencia de un espacio fuera de los límites conocidos. Como indican autores como Natividad Planas con su definición de frontera, en este caso el Atlántico va a ser una frontera determinada y definida por las personas que la forman y la evolución cultural que surge de los intercambios entre dos culturas, generando unos rasgos propios que les otorgan una identidad propia de la frontera atlántica.
FUENTE. Solano Uscanga, J. L. (1990). Las culturas afroamericanas en el Caribe no-hispánico.